"mother!", de Darren Aronofsky


Cada día es una página en blanco. No hay una metáfora más machacada, ni más cierta.
Machacados van a quedar muchos espectadores de "mother!" cuando descubran que lo que han entrado a ver no es un drama romántico hollywoodiense sino un ejercicio de surrealismo sin concesiones. Yo machacado no me quedo, tan solo ligeramente vapuleado, pero de gusto.

La película es una reflexión onírica sobre el proceso de creación : la creación artística, la creación biológica, la creación del mundo, incluso la creación de los mitos. Con "mother!" puedes bucear tan hondo como quieras y escribir libros enteros sobre ella, o mandarla a tomar por culo y decir que es una tomadura de pelo. El verdadero arte suele funcionar así.

Lo que más aprecio de ella es el valor y la libertad enarbolados por Aronofsky. Levantar un artilugio así requiere corage. El espectador de hoy, y no solo el de multisalas sino también el de versión original, tiene poca paciencia con los relatos que escamotean las respuestas. A mí en cambio eso me pone, como me pone Haneke, el Buñuel francés (algo del "discreto encanto" pulula por aquí), y me ponen mucho, muchísimo, las historias que transitan por la lógica de los sueños (o las pesadillas). El porqué de esta filia mía por los relatos herméticos es algo que intento descubrir escribiendo mis propias historias, si es que lo que a uno se le ocurre le pertenece realmente.

Crear lo que sientes que debes crear, hacer lo que te sale del pecho, de las tripas o de más abajo es el mayor acto de entrega de un autor para con su público. ¿Quién sabe por qué y para qué escribimos? Somos intermediarios de un mensaje cuya pureza debemos preservar respetando nuestro instinto.

Si la cosa sale mal, siempre podemos empezar de nuevo.






TEA FOR TWO


El té se había acabado. Él te preguntó si recordabas cuando le contaste que habías trabajado de drag queen en Eivissa dos veranos seguidos a principios de los noventa. Por primera vez pensaste que la mayor parte de vuestras biografías habían transcurrido antes de conoceros. Las parejas de vuestra edad llevaban juntos toda la vida. Vuestro amor no llegaba a los diez años.

Tú le dijiste que sí, que claro que recordabas cuando le contaste que habías trabajado de drag queen en Eivissa dos veranos seguidos a principios de los noventa. Se quedó callado, mirando al balcón. Al final le preguntaste si había sacado el tema por algo en concreto. Él te respondió que no: "Just going down memory lane". Te encantaba que hablara en su inglés nativo. Sabías que en esos momentos él dejaba de pertenecerte un poco. Cuando te levantaste para poner el agua a calentar te acercaste para darle un beso en la frente. Él se giró justo antes de que te inclinaras. Te miró, sonriendo, y en vez de darle el beso le sacaste la lengua.

"The Nix", de Nathan Hill: Uno de los nuestros



"Alrededor del ochenta por ciento de lo que crees sobre ti mismo cuando tienes veinte años resulta ser falso. El problema es que no sabes cuál es tu pequeña parte verdadera hasta mucho después".

La traducción es mía, a partir del original en inglés de "The Nix", la primera novela de Nathan Hill. La frase, hecha con toda la intención de suscitar subrayados y citas por parte del lector, sale de la boca de Alice, un personaje secundario de la novela, antigua lider estudiantil radical en el Chicago de 1968. En el presente de la novela, Alice ha colgado las armas (simbólicas o reales) y se dedica, de forma igual de radical y concienzuda, a eliminar las especies vegetales foráneas que amenazan el ecosistema del bucólico rincón de América donde se ha comprado una cabaña digna de figurar entre las páginas de una revista de decoración. Y de esto va "The Nix", de cómo cambiamos con el tiempo, cómo vamos encontrando y conociendo a la persona que realmente somos.

Kathy Fish y la "flash fiction"


Hace tiempo leí algunos relatos breves de Kathy Fish y me encantaron. Lástima que no haya nada suyo traducido y publicado en España. Kathy es una autora de "flash fiction", lo que aquí suele denominarse "microrrelato".
En el mundo angosajón, la flash fiction es un género muy consolidado. Su definición no se limita al número de palabras en el texto (entre 500-700 palabras de media), sino a una concepción general que lo asemeja a la prosa poética, permitiendo y fomentando un mayor nivel de experimentación.
En una entrevista con TSS Publishing, Kathy apunta algunas de las ideas sobre flash fiction que desarrolla en sus clases para escritores. Os traduzco un fragmento de la entrevista:


"(...)La flash fiction, no importa lo innovadora que sea, tiene que seguir siendo vista como una historia. Tiene que "funcionar" en cierto nivel. Es completamente posible escribir todo un relato tradicional en menos de 1000, o incluso 500 palabras. Puedes seguir el modelo y cumplir todos los requisitos.
Mi problema con esta fidelidad a las reglas establecidas es que la historia puede parecer plana. No hay nada técnicamente erróneo, pero parece que falta algo. Te preguntas, ¿por qué el autor no ha escrito un cuento más largo? La única ventaja para el lector es que puede leerlo más rápido.
Hay algunos relatos super-condensados que son bastante buenos. Aún así, me gustaría que los escritores expandieran su visión de la "flash fiction". O que la hicieran menos estricta. Yo sugiero los términos más amplios de Sensación, Movimiento y Resonancia.
El "movimiento" ocupa el lugar del arco narrativo, es más como la sensación de un arco. Supone un cambio significativo. La "resonancia" ocupa el lugar del desenlace. En la "flash fiction" el escritor debe usar el espacio en blanco dentro y fuera de la página. Hacer que la historia viva en la mente y el corazón del lector mucho después de terminar la lectura (lo cual, por supuesto, es algo a lo que toda literatura debería aspirar)."


Si os pica la curiosidad y leéis en inglés, en la web Fictionaut podéis encontrar varios "flash fiction" de Kathy Fish.

FANTASMA


“Lo que es fantasma es la moto, no el motorista”. 

No sabe explicarme cómo muere una moto. Promete buscar en su colección de películas chinas cutres que imitan los grandes éxitos de Hollywood y ponérmela un día de estos.
Coge una botella de tequila y salimos al parking. El cielo es un cubata sin mezclar, rosa y naranja.


Cada vez que sale alguien llorando por la puerta del hospital, pegamos un trago a la botella. Si es hombre, me toca a mí. Si es mujer, le toca a él. Yo gano por goleada.
“¿Te acuerdas de aquella vez en el instituto que te enrollaste con uno que vino a dar clases de prácticas?”.
Miento. Le digo que claro que me acuerdo, que resultó ser un gilipollas, que le tuve que mandar a la mierda porque no sabía mover la lengua dentro de mi boca. En realidad no sé a quién se refiere exactamente. Se ríe. Sigue creyendo que su amor por mí era secreto.
Montamos en su moto. Mañana volveremos; total, su madre va a enterarse lo mismo si la visitamos hoy o cualquier otro día.

El cielo se pone violeta. Me gustaría saber dónde está el oeste. Allí aún debe quedar un resto de sol. Lo busco. El viento me hace cerrar los ojos. El estómago se me encoge en una curva, dejándome regusto a licor en la boca. No es el tequila. Me pego a su cuello y grito: ¡Acelera!

PAREJA


Dijo que estaba buscando un pintalabios para su pareja. Supe que con “pareja” quería decir su mujer por los puños de la camisa. 

Era el único cliente en la tienda a esa hora. Un hombre atractivo, o al menos lo que yo considero atractivo. Antes, cuando vivía en Madrid, solía levantar la mirada del libro que estuviera leyendo para comprobar si había hombres atractivos a mi alrededor. Si los había, eso me daba impulso para seguir leyendo sin mirar cuántas páginas quedaban para terminar el capítulo. Ahora rezo para que el libro no se acabe, leo en casa, horas y horas, sin nadie alrededor. Todavía no sé si el alquiler barato en una pequeña ciudad de provincias compensa la escasez de desconocidos.

Hizo una locura. Lo dijo: “Voy a hacer una locura”, y empezó a pintarse los labios con una muestra delante de un espejito redondo. Entonces la tierra tembló. Su mano se movió, todo se movió un poco, y el pintalabios se deslizó por su mejilla izquierda. 
Unos segundos después, cuando el temblor acabó, me miró sonriendo con cara de Joker: “¿Qué probabilidades había? Soy un hombre con suerte”. Parecía una frase sacada de una película. Pensé incluso que se trataba de un montaje. 
Sin perder el sentido de irrealidad, me puse a recoger los cosméticos que se habían caído de sus estanterías. Él me ayudó, con las sirenas de los coches en la calle de fondo. 
Cuando terminamos, abrí un paquete de toallitas desmaquilladoras para que se limpiara el carmín. Él comentó que eso, las toallitas desmaquilladoras, era lo que ella le había encargado en realidad.


Una semana después volvió a aparecer por la tienda. No compró nada. Fue directo al grano y me preguntó a qué hora terminaba de trabajar. Quedamos a las ocho y media en un bar cercano para tomar algo.
Acudí a la cita tranquila y relajada. Esperaba, de forma un tanto ingenua, estar dando los pasos adecuados para al menos hacer una nueva amistad. Estaba sentado en una mesa al fondo del local. La camisa había cedido el puesto a un jersey negro con cuello de pico sin nada debajo.
Empecé con algo facil: "¿Has visto las noticias? Varias familias han perdido todo lo que tenían, menos mal que estábamos lejos del epicentro". Respondió que estaba mucho más guapa fuera de la tienda. Será la luz, conjeturó, o la falta de responsabilidad. 
Dos vinos después, ya le había contado todo lo que podía contar sobre mi vida. El resto, citando una frase que leí a escondidas en el diario de mi hermana el día en que tuve mi primer periodo (aterrada y excitada por poder acceder al fin a los secretos de las demás mujeres), "tendría que contarse de cuello para abajo". Él se limitó a escucharme, sonriendo, clavando sus ojos en los míos sin ningún pudor. Me levanté, un poco mareada por el vino, y fui al baño.


La cara en el espejo no era la cara de una chica que tiene un lío con un hombre casado. Y sin embargo, me dije, sabes que eso es precisamente lo que está a punto de pasar. Cuando salgas del baño, concretaréis cómo y cuándo vais a quedar para follar. La diferencia entre ser (la amante) y estar (liada) se me enredó un poco en el pelo. 
Me eché agua en la cara, me sequé con un kleenex y saqué el pintalabios del bolso, un bolso feo, marrón, con flecos en los bordes. Antes de salir de la tienda había cogido el mismo pintalabios que él justo antes del temblor. Pensaba usarlo como un guiño simpático, salirme de los labios y mancharme la mejilla. Pero cuando me puse a ello, fui incapaz de torcer mi muñeca. Con un pulso inquebrantable, pinté mis labios con total precisión. Era ese rojo intenso, intemporal. Apliqué una segunda capa, sin lograr salirme ni un milímetro. Di un paso atrás frente al espejo. Afuera, un grupo de chicas reía a carcajadas.

NOVELA


Mi padre conoció a un hombre por internet y se mudó a Australia con él. Yo me apunté a un curso para emprendedores que resultó ser una estafa.Mi madre dejó de teñirse el pelo, se lo cortó mucho y empezó a usar camisas vaqueras y pantalones cortos color caqui. Mi hermana me contó que en su última cita el tipo dijo que buscaba una mujer más tonta. En una reunión informal de los afectados por la estafa del curso, un abogado me aconsejó que escribiera una novela. Compré un ejemplar de bolsillo de Ana Karenina. Subrayé la primera frase, el resto me aburrió. Llamé a mi padre y le dije que quería visitarle. Él se ofreció a pagarme el billete, aunque el negocio que compartía con su novio iba un poco flojo, así que el viaje tendría que esperar. Mi hermana conoció a un divorciado en la boda de su ex-mejor amiga, con la que volvía a hablarse. Mi madre abrió una web para vender sus muñecas fofuchas personalizadas. Yo intenté lo de la novela pero, como no sabía por dónde empezar, escribí esto.